«…Entre los mundos nos haremos viejos, donde algún día estaremos tranquilos»
Saúl Hernández.
Ella fuma sus Delicados en su mecedora bajo la higuera, cabellera ceniza que se agita con la brisa; ojos de ostión que se quedan mirando hacia la bóveda.
El tiempo se estira como masa de buñuelos, en el comal unas tortillas se doran ; el aroma se mezcla con el olor húmedo de la tierra.
En una esquina del patio un niño mira las hormigas trepar por el muro y en otra el bisabuelo toca la armónica invadido de una profunda y agridulce nostalgia, que huele y sabe a mezcal.
Ella se levanta trabajosamente, prepara el molcajete sobre un tablón de madera para machacar la sal, cebolla, ajos , jitomates, chiles de árbol y aguacates necesarios para el guacamole; en un pocillo hierve agua con piloncillo y canela para café de olla: emanan espirales vaporosas que asemejan ancestros fantasmales de Tenochtitlán.
El suelo del patio se cubre de hojas e higos que se impactan en su caída al suelo, caída de años y días que se ha llevado todo; todo salvo a un niño en cuclillas que mira la lenta marcha de las hormigas en fila trepando por el muro.
*(Molcajete: mortero grande de piedra con tres patas cortas que se emplea para moler condimentos.)
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