Mi superación personal empezó desde muy chiquita. Nací ochomesina y con un píloro obstruido, por eso estuve en la incubadora un mes. A los tres años me quebré un hueso de la pierna izquierda, y por eso me enyesaron. A los cuatro, entré al Jardín de Infantes. Fue también mi primer miedo, a enfrentarme con gente que no conocía, no eran mi familia, entonces era todo un desafío. Con mi muñequita/hermana Alicia, descubrí un mundo nuevo: donde la fantasía y la realidad se juntaban y era la mejor de las ilusiones.
Pero debido a mi profunda sensibilidad, fue la primera vez que me enfrente cara a cara con un Psicólogo: tenía mucho miedo, fue mi segundo miedo, pero afortunadamente me tocó un analista maravilloso y salí triunfante. También, por mi sensibilidad, competí una vez en natación: Salí tercera, como si me hubieran dado una medalla de bronce. La que nunca recibí. La que hubiera querido tener. Mi paso por el Jardín de Infantes fue mucho más amoroso por el amparo de mi Maestra Jardinera, cuando me disfrazaba de superheroina y me hamacaba soñando con Linternas Verdes, Batichicas y juegos a la Hora de la Siesta.
Los años fueron pasando, seguí creciendo, pero a los catorce años volví a enfrentarme cara a cara con otro desafío: me detectaron un Trastorno emocional de Hipersensibilidad. No fue nada fácil, todo lo contrario: toneladas y toneladas de un gran dolor fueron acumulándose hasta convertirse en una quebradiza montaña rusa donde la pasé horrible. Así fue pasando mi adolescencia, con marchas, contramarchas, alegrías, tristezas… Lo que no me imaginaba era que lo más triste estaba por venir.
Cuando tenía 21 años, viví el momento más duro de mi vida: me mudé de ciudad, me alejé de mis afectos y a los pocos meses falleció mi abuela, la persona que prácticamente nos había criado y que me dejó una huella profunda. Eso hizo mella en mi personalidad, creando una crisis terminal en mi sensibilidad, tocando fondo. Fue tremendo. No sé cómo hice para salir adelante; Sin duda hubo gente que me ayudó, además de mi familia.
Muy de a poquito pude salir del dolor, y hoy, algunos años después, estoy más tranquila. Desde que nací, tuve muchas superaciones que enfrentar, y aún sigo enfrentando y peleando por estar en paz. Soy una sobreviviente. Que, a pesar de todo, enfrenta el día a día con una sonrisa, porque creo y tengo fe. Esperanza en la alegría, esperanza en el amor.
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