Camina por un lugar desconocido, huesos crean el sendero que él recorre con paso decidido, alejándose de la vida que lo atormenta, dispuesto a crear una nueva.
Su corazón palpita al ritmo de sus convicciones, al ritmo de su andar mientras su piel se desprende, despojándolo del disfraz forjado por aquella sociedad en la cual él vivió hasta ese momento.
La oscuridad lo envuelve, le da la vitalidad deseada por años. El agua del mar le da un cálido saludo, las lágrimas brotan de sus ojos, la desesperación se adueña de su alma hasta dejarlo vacío, capaz de comenzar otra vez y dejar todo atrás.
Al fin podrá ser quien realmente es, sin ataduras, sin cortesías.
Las olas azotan contra la arena, la luna brilla sobre el manto negro del mar y un llanto menciona su nombre. Al girarse observa a esa mujer que corriendo va con rumbo a sus brazos, con rumbo a ser su compañía por siempre. Ella toma su mano y lo besa ferozmente, amando cada herida, cada decisión y cada lágrima.
Un choque de adrenalina recorre su cuerpo ante su tacto, ahora está completo, listo para dar el siguiente paso, todo se siente correcto y maravilloso.
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