– Cierra la puerta Clarita, que tu hijo está cantando y hay peligro de muerte-
– Carlos no exageres, el chico tiene una voz, si aprendiera a cantar ya verías tu, hasta seria famoso
– Jajajaja sí. famoso por los tomates que le tirarían. Bueno al menos tendría para comer.
– Anda anda, sigue viendo el partido.
– Silencio, solamente roto por los estúpidos comentarios de los sabios locutores.
A través de la puerta llegaban los angustiosos sonidos de una voz destemplada, que hacían levantarse al maestro Verdi de su tumba a tomar un analgésico.
Isidoro, que así se llamaba el aprendiz de Caruso, insistia dia a dia, y como ya había empezado a trabajar, dedico parte de su sueldo de crisis a dar clases. La mejoría fue tan notable, que los padres a veces no cerraban la puerta de la sala de estar cuando ensayaba, bueno en los partidos importantes si.
La voz evoluciono y pudo participar en pequeños papeles, en pequeñas compañías, estimulando ese ego tan particular de los cantantes. Todo parecía ir viento en popa hasta que, Isidoro se nos casó, y Maria Dolores, que si bien le admiraba, nunca se aficionó a ese “extraño” mundo de “dar gritos” ni se tomo en serio su vocación. Isidoro siempre confió en que la convivencia haría milagros, pero los milagros no se presentaron.
– Isi cariño, no puedes parar un poco, me tienes aturdida y además no oigo el Sálvame. –
– Loli mañana tengo una prueba para protagonista de Tosca-
– No te podre acompañar voy al cine con las amigas-
La sensación de frustración que le invadía, la misma que le venía acompañando toda su vida, le invitó a replantearse seguir con lo que todos consideraban una tontería.
– Creo que me dedicare a mi trabajo y no mas aventuras de escenarios ni leches de esas, una vida sosegada sin conflictos, un perfecto burgués. Dentro de poco los hijos y así la familia feliz.
Las protestas de Loli cesaron, los padres lo celebraban con continuas invitaciones a comer al calor de la casa paterna; un horror.
El horror se transformo en depresión. Leía libros sobre artistas con los sufrimientos, las incomprensiones que han sufrido hasta llegar al reconocimiento, Verdi Lautrec y tantos otros.
Su depresión se transformaba en lágrimas y desintegración del mundo en que se encontraba inmerso, hasta que se produjo la ruptura.
– Me voy al extranjero, todos me lo aconsejan. Aquí ni caso
Sufrimiento por lo que dejaba, por la mala vida de hambre, de malvivir, cantar en la calle por unas monedas. Alguien le oyó, un apretón de manos, una dirección y una cita en un despacho con mucha gente en continuo movimiento; sonidos de audiciones y finalmente, un contrato. Pequeños escenarios pero grandes éxitos.
Un toc toc en la puerta le hizo volver de sus recuerdos.
– Maestro a escena.
Esta vez la puerta se abriría. ¡Que nervios!. Normal; no todos los días se debuta en la Scala de Milán.
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