El día amaneció soleado y con temperatura agradable. Ella salió de su casa apurando el paso. Una vez más su reloj despertador no había sonado y llegaría tarde por tercera vez en un mes a su trabajo. Podía anticipar el reclamo de su jefe ya que la última vez le había advertido que no toleraría una nueva falta, aunque en su interior esto ya no le preocupaba más.
Hacía mucho tiempo que detestaba aquel monótono trabajo en el cual cada día era exactamente igual al anterior. También sentía que el universo le estaba enviando una señal para tomar la decisión que ya no podía postergar. Aquel era el momento para dar el GRAN salto y escuchar su propia voz por primera vez en su vida. Esa era la oportunidad para vigorizar su propio deseo y arremeter al futuro con la certeza, o mejor, incerteza, de dirigirse hacia un mejor lugar. Era hora de acallar todas las voces alienantes que la coartaban y reprimían sin piedad desde que era una niña pequeña.
Aquel podía ser el mejor día para cambiar de una buena vez su gris existencia y convertirse en la protagonista de su propia historia más allá de cualquier mandato. Ese día le ofrecía la posibilidad de dejar atrás las circunstancias que la asfixiaban, las creencias limitantes que la acechaban y las opiniones ajenas que la invalidaban sin tregua desde siempre. Hoy era ese día. Definitivamente no era cualquier día.
Entonces, sin pensarlo más, tomó una profunda respiración y se dirigió al despacho de su jefe dispuesta a presentar su renuncia. En ese preciso momento una sonrisa tímida fruto de la tranquilidad con ella misma iluminó su rostro y se sintió realmente poderosa. Después avanzó hacia el escritorio de su jefe agradeciendo con todo su ser la oportunidad que le brindaba aquel día de HOY.
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