Lo que Recuerdo del Amor

Lo que Recuerdo del Amor

Alejandro López

02/11/2018

Una mañana oscura y fría de abril en el 95 y el muchacho distraído corría bajo esa tormentosa lluvia, llevaba consigo afán en la mirada y en los brazos una gran jíquera llena de mogolla, sus pisadas salpicaban cada charco y sus dedos tropezaban con piedras y guayabas podridas en el camino, parecía que lo persiguiera el diablo, había pasado los puentes y corría sin detenerse por las calles del viejo venus; al llegar a la esquina miro a la distancia y se dijo:

_“ya que putas, ya me la gané”

Juaco que ya pasaba sus 70 años y escondía su figura cansada debajo de una gran ruana roja olorosa a tabaco y humedad lo miraba desde el otro lado de la calle.

_“oíste Rasca pulga, allá están esperándolo con un regalo”.

_»Viejo zumbambico váyase a capar marranas que pa’ eso es lo único que usted sirve», le grito el muchacho y siguió corriendo en medio de una enorme carcajada del anciano; La lluvia intensa se fundía con las gotas de sudor que bajan por su rostro y llegan a su boca dándole un sabor a amargo y salado.

Mientras pasaba el potrero que separaba la montaña del rió veía a lo lejos un par de viejos escondidos de la lluvia bajo unas hojas de biao, y atada de las patas una vaca negra grande pero flaca, que miraba con recelo sus terneros encerrados en un corral.

El negro realmente no sabía si estaba temblando por el frió, o por el miedo que se le escapaba por los poros y reventaba en un retumbe de su corazón que casi se le salía del pecho, caminaba como quien va a la muerte y sus pasos se hacían torpes mientras sus pies descalzos se hundían en los charcos de pantano y boñiga,

_“ay mijo no me le dé tan duro” le dijo la vieja al Don mientras lo tomaba por el brazo…

_“no le van a quedar ganas de seguir cogiendo mangos” dijo El Don a su nieto, mientras le asentó con toda las ganas un planazo en la espalda. Él, de por si, era un niño flaco y desgualamido pero se quedó quieto mientras su abuelo descargaba en él 100 años de frustración.

_“bueno me lo vas a matar o que” le dijo la vieja mientras de un empujón se interpuso en medio del azote.

Con un gran abrazo y llevándolo a la banquita que estaba a un costado de la vaca le dijo:

_Venga mijo ayude a ordeñar hálele las tetas a esa vaca a ver si sacamos unas puchitas para vender hoy.

_Y si… eres un niño muy querido, pero la vida es así.

El viejo, que lo miraba mientras guardaba el machete en la cubierta, y viendo tras la camisilla rota del muchacho líneas de sangre emergentes, sintió y recordó que era el muchacho rebelde la única compañía que tenían en este olvidado pueblo y de un suspiro muy hondo le dijo que lo amaba y lo lamentaba.

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