Esperando mi respuesta, cogió mi espalda y me introdujo. Era una sala grande, al costado estaba una ventana que daba a la calle, curiosamente me pudieron observar desde la esquina, para el lado izquierdo estaba tres personas en un círculo con copas de Champan y al fondo se podía notar cuatro amigas de mi madre entre ellas la mamá de Flavio, estaban sentadas en los sillones, de cuero negro. Se pararon, el chasquido de los tacos me perturbaba. Terminé de saludar a todos y me fui a la que pensé que era la cocina, pero todos me miraban y con ellas me señalaban donde estaba él. Flavio por el alboroto salió de la cocina e intento darme un beso, alcance su mejilla y cuando estaba demasiado cerca de su oído, le invite a que me siguiera. Cuando estaba empujando la puerta de la cocina interrumpió su madre, se paró y cogió una copa

-Por favor escuchen. Quiero brindar por los novios. Por la unión de las familias. Lory, acércate hijita.

Mientras me acercaba saco una caja del bolsillo de su saco de leopardo, como lo llamaría con mis amigas, con sus uñas pintadas de rojo, tan largas -como podría mantenerlos-, la caja brillaba, su color era tan peculiar que anunciaba el motivo de la fiesta, oscuro rojo, temblaba mis ojos.

-Este collar perteneció a mi abuela, con estos se casó con mi padre, y de la misma forma lo hice yo. le hice un par de arreglos, quedo muy lindo como a las chicas de tu edad le gustan, espero que te guste.

Levante la cabeza con una ligera inclinación de mis manos, nunca había estado tan nerviosa como ese día, mis manos sudadas y sus caras me anunciaban que no iba acabar bien. Gracias, pero no lo merezco.-Titubee- quiero hablar a solas con Flavio, por favor. Flavio me interrumpió- te pasa algo, que paso amor. Que me vas a decir. Flavio era de esos chicos que había estado en los mejores colegios privados y los más caros que podía pagar sus padres sabia cuatro idiomas, era de tez blanca con los ojos marrones, alto y extremadamente formal. Tenía 26 años con una profesión que anunciaba que seguiría la empresa de su padre y esperaba a la mujer perfecta como siempre me lo repetía. Era el perfecto galán como su madre alardeaba en el club. Le agarre de la mano y decidí llevarlo a la cocina, pero el se soltó y se arrodillo y antes de que termine. Insistí en ir a la cocina, pero todos me miraban, estaba inundada entre palabras, miradas, murmullos y los ojos grandes de Flavio. Estoy embarazada. Todos se alegraron y empezaron a brindar, pero él con su voz grave en ese silencio incómodo y tan imprudente callo a las copas. ¿De quien es?. Un hombre como el no aceptaría que una chiquilla se burlara de él, su orgullo y su arrogancia, tan propios de él, le impedía ser prudente con los comentarios que hacía.

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