Apareció por la escuela de adultos, era menudo, delgado y tímido, pero su afán de aprender superaba esa frágil apariencia. Apenas tenia 22 años, su vida hasta ese momento había sido dura y difícil, había llegado unos años antes a la ciudad desde un pequeño pueblo del interior de Castilla la Mancha, allí había vivido en una casa-cueva, donde el suelo de la casa horadada en la montaña era una fina capa de cemento, las habitaciones eran como pequeños huecos en el fondo de la montaña, solo tenían luz en una sala a la entrada, su madre cocinaba con leña que traía a cuestas desde el campo. El había abandonado aquel lugar hacia años, intentando conseguir una vida mejor y soñando con mejorar sus conocimientos. Anduvo de trabajo en trabajo de acá para allá, y descubrió que tener el Graduado Escolar era algo que le ayudaría, había trabajos que no pudo conseguir por esta causa, por ello estaba allí, intentando aprender, intentando mejorar.

Marta tenia 30 años, era la profesora, había accedido a ese puesto de trabajo al aprobar las oposiciones, le gustaba enseñar, por ello había estudiado magisterio y pedagogía, dos licenciaturas. Curiosamente prefería enseñar a desfavorecidos por la vida, quienes ahora siendo adultos deseaban mejorar, o personas de la tercera edad, que ocupaban su tiempo ya jubilados en aprender, para tener ocupada la mente y seguir sintiendo su cerebro joven y su animo dispuesto.

Allí estaba ella, por sus clases habían pasado estudiantes, entre 18 años y hasta con mas de 70, muchos, muchos de los que también ella había aprendido. Aprendió a comunicarse mejor en las clases con esos alumnos tan «especiales», sí, especiales para ella porque su afán de superación le ayudaban a ella a valorar mas como era su vida y sentirse agradecida por haber podido estudiar en el momento adecuado, ella tuvo la oportunidad de hacerlo y veía a sus alumnos como valientes que se daban una segunda oportunidad, y en ese momento, en ese instante, era ella quien podía ayudarles, tenia mucho que ver con ellos, era quien les guiaba, les enseñaba, quien compartía nuevos conocimientos. Se esmeraba por ser buena profesora, amigable y comprensiva. y cada fin de curso se sentía orgullosa de todos ellos.

Aquel año se enamoró. Si, del frágil joven que apareció por la escuela.

Marta tenia estudios, economía, apartamento, era la profesora. Y se enamoró.

No parecía que iba a ser fácil, y tuvo que decidir: dejar pasar aquel sentimiento o enfrentarse a su familia y tomar una decisión, la tomó. Se casó.

Todos auguraban un desastre.

35 años después ambos se sentían orgullosos de tener un hijo Doctor en Física Cuántica.

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