Fui una ilusa al creer que todas sus promesas eran ciertas, me sentí como una niña idiota que creía en los cuentos de Disney. Nada de eso era posible todo era una farsa. Como un inocente pez caí en sus redes y me arrepiento. Me arrepiento de haberle oído, de haberle sonreído, me arrepiento de haber creído que él era distinto, que sentía el amor así como yo lo sentía, grande, profundo e inmenso.
Encerrada día tras día me convertí en una presa confinada a un régimen inhumano. En manos de aquel narcisista me convertí en un objeto. Mis deseos y mis anhelos más profundos fueron destrozados como un adorno de cristal que se quiebra en el suelo destruyéndolo por completo y haciendo que cada pieza sea imposible de juntar. No hubo nada más de mí.
Sus gritos me erizaban la piel y dejaban mi cuerpo completamente inmóvil. Mi estomago se estremecía por el miedo que él me hacía sentir cada vez que pronunciaba una palabra. Ya mis mejillas no eran rosadas, mi sonrisa salió huyendo desesperada de ese escenario tenebroso. No podía reconocer a esa mujer que veía en el espejo, no era yo, no era aquella mujer que recordaba. Era una mujer destrozada.
Estaba sola todo el día, encerrada temiendo que pudiera llegar en cualquier momento. No existía forma de poder ser feliz en ese lugar, ¡Estaba Enloqueciendo! no había manera de que ese horrible monstruo en forma de hombre pudiese cambiar.
Sentía que la locura se había apoderado de mi cuerpo cada vez que algo malo pasaba, quería acabar con esta vida deprimente que llevaba ¿Qué sentido tenía vivir así?
Él llegó temprano a casa, entró tan sigilosamente que ni siquiera lo noté. Yo pintaba mis uñas cuando me sorprendió por detrás, me haló por el cabello y me estampó contra la pared, con un sonido vacío aterrice en el suelo, había sangre y mi visión estaba nublada.
— ¿Para quién te arreglas? ¿Acaso tienes un amante?— gritaba mientras las venas de su cuello se hinchaban
— Paa para nadie —dije con voz quebrada y temblorosa
Una acusación completamente ilógica, pues pasaba todo el día encerrada no podía hablar con nadie. Lleno de furia se abalanzo sobre mí y me propino un puño en el rostro.
—Todo se volvió negro—
Horas después desperté del desmayo que me produjo el golpe, adolorida y sin fuerzas lloré hasta que mis lágrimas se secaron y jure que me vengaría ¡No era justo vivir así! no me lo merezco, nadie merece vivir esto.
Él yacía dormido en la cama completamente borracho, lo mire fijamente hasta que sus ojos se abrieron y sus brazos intentaron tomarme en la oscuridad, no tuvo tiempo de hacerme nada. Me maldijo en el mismo instante que clave el afilado cuchillo que tome de la cocina en su pecho. Durante 5 minutos lo vi morir, cada gota de sangre que derramaba aliviaba un poco más el sufrimiento que me había causado.
Todo se había terminado.
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