Te observo hincar tus diminutas rodillas en el suelo,
al mismo tiempo que plantas tus pequeñas palmas
y coges impulso para levantarte.
Entonces te alzas erguida
y con una gran sonrisa, me miras,
buscando que mi mirada te diga lo orgullosa que me siento.
Me estremezco.
.
Sé que te has hecho daño,
porque he visto el golpe y esta vez ha sido fuerte.
No lo he visto venir,
no me ha dado tiempo a llegar, para evitarte el dolor.
Me pregunto cuántas veces más en tu vida
no llegaré a tiempo de evitarte el dolor.
Muchas, imagino.
.
Tendré que enseñarte entonces a ser fuerte,
a ser valiente,
a ser honesta, con los demás y contigo misma.
A ser justa,
a ser audaz y a la vez humilde.
Tendré que enseñarte eso que dicen
que el dolor es inevitable,
pero el sufrimiento es opcional.
Y tendré que enseñarte cuál es la diferencia.
.
No me va a quedar más remedio,
que aprender todo esto lo antes posible.
No sea que me observes
y de pronto ya no te alces tan erguida,
ni tan orgullosa.
No sea que nos roben
tu eterna y maravillosa risa.
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