Me mira y sonríe. Hoy está tranquilo y eso me permite a mí relajarme un poco. Hoy es uno de esos días en los que me veo con fuerza para seguir adelante con mi vida, con el mundo, dedicar tiempo a mis otros dos hijos.

El parto de Lucas fue horrible, lo que nunca imaginé es que terminaría con él parapléjico y con una discapacidad intelectual importante y conmigo en coma durante un mes.

Cuando mi marido me cuenta como fue ese mes, me siento conmocionada. Se encontró con su mujer en coma, un bebe en la UCI al que solo podía entrar a ver a ratitos y con otros dos niños en casa impacientes esperando que alguien les explicara que estaba pasando y porque no volvía a casa mama y el nuevo hermanito.

En esos momentos creo que fue cuando mi marido y me madre se reconciliaron. Nunca se habían llevado bien pero se necesitaban para que los niños funcionaran en su día a día casi como si no pasara nada y él pudiera ocuparse de estar con el bebé y conmigo. En el trabajo no fueron muy asertivos y se empeñaron en que estaba faltando mucho y que o iba a trabajar o se fuera buscando otro trabajo, así que mi marido les mandó a tomar por culo.

Cada día iba al hospital y se turnaba para estar con el bebé y darle el biberón y para estar conmigo hablándome y contándome lo que hacían mis otros dos pequeños en espera de que yo regresara de donde quisiera que estuviera.

Un buen día desperté y allí estaba él, a mi lado. Me costó hablar pero lo primero que hice fue preguntar por el bebe. Manuel, mi marido, hizo una mueca y me confirmó que estaba vivo pero no había quedado bien. Quise verle, así que como aún no podía casi andar me llevaron en una silla de ruedas a la UCI donde aún estaba mi bebe ingresado. Al verle allí tan lleno de cables pensé que me iba a desmoronar, pero me agarró un dedo con sus manitas y eso me dio esperanzas.

Desde entonces nuestra vida ha dado un giro de 180 grados. Ahora todo ronda en base a las necesidades de Lucas, hacemos turnos porque no puede estar solo, pero ha aprendido a comer solo aunque a veces le cuesta tragar. No habla pero hace ruidos que ya sabemos interpretar. Él comprende muchas cosas y se ríe mucho. Le encanta dar y que le den abrazos. Mis otros hijos han aprendido a quererle y a ayudarle aunque han sido años muy duros para todos, ahora no puedo pensar en mi vida sin él. Su futuro es muy incierto, los médicos, aunque están alucinando con los avances que hace, nos han informado que su vida no puede ser muy larga, pero nos animan a hacerla lo más llevadera posible.

Y así es como de un día para otro tu vida puede cambiar, pero… ¡no la cambio!.

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