Desde niña me ha gustado el mar, recuerdo estar sentada en la arena viendo los pájaros volar en el horizonte, es una experiencia divina. Siempre he pensado que Dios es perfecto en sus creaciones, lo que no lo es tanto, es la humanidad. Aunque sean tan pocas las personas que muestran alguna preocupación por el prójimo o el sistema en que vivimos, es una verdad absoluta que cuando el ser humano se propone algo mueve montañas. Fragmento del diario de Camila.
Camila nació en una isla en el Atlántico Sur, de Nicaragua, provenía de una familia totalmente disfuncional, su padre fue diagnosticado con esquizofrenia, su abuela materna se hizo cargo de la enfermedad de su padre hasta el día de su muerte y su madre que era analfabeta debió de enfrentar la carga de criar a tres hijos por si sola.
Con este panorama totalmente desalentador cualquiera diría: estos niños qué futuro tendrán, realmente hablaremos de un futuro. Pero si dudan que los milagros existen, pongamos a prueba la esperanza de esta niña, para ello viajemos unos veinte años atrás, cuando Camila se encontraba en la escuela primaria.
Las niñas del colegio solían burlarse de mi gordura, tenía problemas para hacer ejercicios físicos y nadie quería que jugara con ellos, ni siquiera querían integrarme en los equipos deportivos.
Recibía bullying de mis profesores y demás compañeros de clase, quienes no querían que me hiciera en grupo con ellos, para realizar las tareas escolares, porque pensaban que además de gorda, era burra. Nunca entendí el porqué de tanto menosprecio, yo llegué a pensar que era culpa mía, que yo lo provocaba.
Mi madre pasaba horas trabajando, así que pasé mis días de niñez y adolescencia al lado de mi abuela y para rematar debía de ver todos los días al enfermo de mi padre. Todo ello provocó en mí, un sentimiento de impotencia, de soledad, baja autoestima, etc...
Cuando por fin llegue a la edad de 16 años, me embarqué sola en un viaje a la capital, deseaba entrar a la universidad y lo conseguí. Pero los próximos cinco años de mi carrera fue entorno a mucha carecía y como aperitivo dolor.
Mi Tía me corrió de su casa, porque mi mama no enviaba dinero para la manutención. Mi madre había viajado al extranjero y me abandono. La depresión afectó mis calificaciones en la universidad. En el último año de la carrera, logre obtener un empleo en una institución pública.
La crisis política me hizo renunciar a mi trabajo y abandonar años de esfuerzo. El gobierno era muy represivo y obligaba a los servidores públicos ha hacer actos degradantes. La depresión fue en aumentó y decidí quitarme la vida, pero no pude. Pedí refugio en el extranjero y me reconcilie con mi madre, a quien perdone. Claro años de amargura y frustración dañaron mi salud mental.
A Camila le diagnosticaron bipolaridad. Pero ella nunca perdió la esperanza de crecer. Ella sigue sentada en la arena con la vista al mar.
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