El día amaneció brillante. La primavera había explotado en el campo deslumbrando con su majestuoso despliegue de colores y aromas que hechizaban a todo aquel que se acercase. El clima perfecto, el enclave insuperable y, sin embargo, nada acompañaba su estado de ánimo; no tenía motivos para hacerlo. Llevaba más de un año postrada en una silla de ruedas tras aquel fatídico accidente.” Tienes una lesión medular Paula. Es posible que con rehabilitación mejores un poco pero.. la lesión es irreversible. Lo siento…” dijo su médico cuando recobró la conciencia. Y en ese momento pensó que hubiera preferido seguir navegando en el mar de la inconsciencia; al menos allí, podía caminar, correr, saltar…Más de un año con un fisioterapeuta entregado y solo había conseguido evitar que su músculo atrofiado se pegase al hueso.” Al menos estás viva cariño. Podrías haberte quedado tetrapléjica y ya ves.. vas en silla de ruedas pero hay muchas cosas que puedes hacer. Venga cielo, salgamos al jardín hoy hace un día precioso. Es bueno que tomes un poco el sol..” le repetía su madre sin poder acabar las frases. Siempre salía con alguna excusa de su habitación pero Paula sabía que se iba porque la angustia le impedía seguir hablando. Su madre parecía haber envejecido diez años. Estaba demacrada, ojerosa con un aspecto caquéctico y descuidado. Había dejado su trabajo, sus hobbies, sus amigas, ..todo, todo por ella y eso no hacía sino incrementar el dolor de Paula.
El sonido del teléfono la sobresaltó y la sacó de su ensimismamiento habitual. Había decidido tomar los ansiolíticos que su psiquiatra le recetó en su última visita de manera que se pasaba el día adormecida. “¿Cuántas de éstas me harían falta para descansar del todo?” se preguntaba una y otra vez pero, al mismo tiempo, pensaba que a lo peor no se moría y quedaba todavía más limitada y sin posibilidad de acabar con su vida de forma voluntaria.
— ¿Diga?—acertó a decir Paula no sin cierta dificultad por la sequedad de boca que le provocaban las pastillas
— Pregunto por la señora Isabel Martín Puertas. Llamo del hospital, ¿ está en casa?
— ¿Del hospital?
— Sí, llamaba para cambiarle la cita que tenía prevista para mañana, ¿es usted familiar?
— Soy su hija— contestó Paula intrigada
— ¿ Podría informarla de que la cita queda anulada y prevista para el próximo viernes a las diez?
— Claro pero disculpe, ¿ con qué doctor tenía mi madre la cita?
— Con el doctor Ibáñez del servicio de oncología.
— De acuerdo. No se preocupe, yo le doy el recado.
— Gracias. Que tenga un buen día
Paula colgó el teléfono con el corazón encogido.
— ¿ Quién era hija?— preguntó su madre desde la puerta.
— Me gustaría salir al jardín mamá. Hace un día precioso. Podríamos tomar un poco el sol y dar un paseo.
Su madre la abrazó emocionada y Paula la besó con ternura. La primavera había llegado; no la dejaría marchar.
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