– ¡ Eres una zorra!
– No me insultes, ya está bien…
– No puedo creerte, ya estás como siempre y yo aquí esperándote… ella se fue a su cuarto enfurecida.
Todo se desmoronaba rápido, mi relación con Carlota era un caos. Siempre pensé que moriría con ella.
Todo se desmoronó demasiado rápido, los escombros llovían del cielo, crujían las paredes, la alarma sísmica no se escuchó.
Nuestro edificio colapsó, imagino las toneladas de cemento y ladrillo que hay encima mío. No imagino, lo siento. Un triángulo de la vida, la esquina del sofá sujeta una viga enorme que permite un espacio vital, casi todo aplastado y yo. Imagino a Carlota en su cuarto, ahora quiero salvarla, después de tantos años no quiero que mis últimas palabras sean esas.
Siempre se puede ser mejor, ¿soy mejor ahora que a punto de morir daría mi vida por ella? Sólo quiero arrastrarme hasta el pasillo para poder salvarla. Un segundo temblor. Todo vuelve a caerse. La niebla regresa.
Me adapto, mis pupilas se abren y por fin veo su recámara. Todo está destrozado, creo imaginar a Carlota desmembrada, sin todos sus trozos, sin ella…no tardo en vomitar.
– Toc, toc
Oigo unos ruidos que despiertan mis sentidos, no tengo oxigeno y mi garganta pica pero los oigo…
– Toc, toc
Trato de gritar pero me es imposible articular palabra. No agarré la mochila de la vida a tiempo, la tenía Carlota y ahora no sirve a nadie. Con mucha habilidad consigo llevarme a la boca parte de los líquidos naturales que mi cuerpo aún ofrece. Bebo.
– ¡Socorro! ¡Ayuda!
Nadie contesta, he perdido el sentido del tiempo, ¿dónde está Carlota? Siento unas ratas recorriendo mis piernas, cruzando su mirada con la mía preguntan, – ¿Pero tú te quedas?
Ya no puedo gritar.
Pienso en lo mucho que dejé de hacer, en las múltiples veces que le dije no vuelvo a hacerlo pero lo hacía, los momentos perdidos que quisiera hubieran sucedido, lo que nunca pasó, de este otoño que prometía, salir del infierno. Carlota.
Un estruendo me sacude, han empezado a desescombrar, se escuchan gritos de personas y el ruido de un bulldozer.
– ¡Socorro!- muy bajito.
Se hace el silencio, lo están intentando, quiero salir. La apertura de un pequeño orificio me da esperanza, más aún cuando noto lengua perruna que chupa mis pies y ladra.
– !Socorro! – no me escuchan.
Se oye al brigada luego un silencio y a continuación aplausos. ¿Por qué? ¿por qué no me sacan?
Observo el cuerpo de Carlota, viva y cuidada por la muchedumbre. ¿Viva?
– Jefe, este ya falleció. No pudimos hacer nada, tuvo una muerte rápida por esa viga que aplastó su cráneo.
– Vaya, parecía joven, al menos su mujer sobrevivió. Vamos a por el siguiente edificio…
Veo mi cadáver avanzar, firme entre la chusma, para desaparecer como mi memoria, lentamente hacia el mañana.
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