Frente a mí

Frente a mí

JCA (José)

08/10/2018

No existía un mejor momento en el día para mí. Llegar a mi cuarto y encontrarme con aquella persona, fijada allí delante, mirándome a los ojos sin prejuicios y sin pestañear, resultaba un alivio, un fardo que me atormentaba desde que me levantaba cada mañana y del que por fin podía liberarme.

Yo era diferente a los demás, y en el instituto todos lo remarcaban, algunos me señalaban con el dedo, se reían de mí; otros simplemente me miraban poniendo caras raras y evitándome. Sin embargo, aquella imagen, que cada tarde se colocaba a apenas unos centímetros de distancia de mi cuerpo, me otorgaba esa seguridad que no encontraba en ningún otro lugar. Por primera vez desde que conocía a esa persona, decidí dar un paso más en nuestra relación y comencé a desnudarme quitándome la camiseta. Dejé al descubierto la parte superior de mi cuerpo desde la cintura y permití que sus ojos penetraran en cada rincón de mi piel. Dudé por unos minutos, pero quise seguir aquella aventura desabrochándome el botón del pantalón. Sentía la adrenalina recorrer todo mi cuerpo. ¿Sería una buena idea? ¿Podría superar aquella barrera que tenía conmigo mismo? No lo quise alargar más. Me lancé.

Me quité los zapatos, bajé mi pantalón y me deshice de la ropa interior. Me encontraba allí, tal y como mi madre me trajo al mundo frente a aquella persona que en un principio no pareció reaccionar.

Después de unos intensos e interminables minutos, sus ojos comenzaron a escanear mi cuerpo. Me notaba sin protección, y había perdido la poca seguridad con la que contaba. Noté cómo recorría mi silueta con la mirada, primero fijándose en mi pelo, algo revuelto por el viento que había hecho durante el día; deslizó sus ojos por mis orejas y prosiguió por la nariz. Imagino que por pudor, nuestros ojos no llegaron a cruzarse, sin embargo, sus pupilas quedaron un largo rato observando mis labios, húmedos por la saliva.

Llegó a la parte que más reparo me provocaba, yo tenía ganas de recuperar mi ropa y salir corriendo, pero me esforcé por aguantar. Mi pecho fue presa de su regocijo, y, antes de que me diera tiempo a reaccionar, llegó el turno de mi entrepierna. Fue un largo instante en el que el tiempo no parecía avanzar.

Después de todo aquello, de haber entregado mi cuerpo al completo, sin armadura ni cubierta, llegó el momento de mirar aquellos ojos directamente, sabiendo que habían recorrido todos mis secretos.

Fue una sensación extraña, pero diferente a lo que me esperaba; no me encontraba mal, ni siquiera notaba vergüenza, al contrario, resultaba un alivio saber que alguien había podido descubrirme tal y como soy; además, yo también había estado descubriendo su cuerpo, y me gustó.

Había conseguido quitarme aquel peso, ya no me avergonzaba de mi silueta, era yo, y así estaba bien. Me miré de nuevo en el espejo, y me contesté:

-Gracias.

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