Desde el enorme ventanal de mi, ya antigua, casa del árbol, podía visualizar el hermoso paisaje de aquel pequeño pueblo en el que ya casi nadie de mi edad habitaba.

Me sentía aburrida, no tenia nada con lo que entretenerme. Mi única esperanza era soñar con mi supuesto príncipe azul, al que algún día de mi vida conocería.

Mi memoria llegó a una imagen de mis recuerdos de la cual hacía tiempo no recordaba. Se trataba de un chico al cual conocí en un campamento de verano. Él vivía en una gran ciudad, en donde podías encontrarte una tienda diferente por cada paso que dabas.

Lo recordaba como un niño de estatura promedia y bastante delgado. Sus ojos eran enormes y de un color muy oscuro, y podías deducir a simple vista lo que pensaba o sentía solo mirándose-los. Su cabello corto, de un marrón rojizo, y de textura sedosa, te hacía tener envidia. Y sus labios… los recordaba carnosos y con una sonrisa enorme sellada en ellos. Y su piel con un toque caramelizado, hacía que tus hormonas se alteraran. Sencillamente, perfecto. Un hombre que obviamente nunca se fijaría en mí.

Tenía dieciséis años. Tenía una estatura la cual, para nada, era envidiable; con solo mencionar que en la escuela me llamaban enana, ya podréis imaginarme. Mi cabello, era largo hasta mi ombligo y de un color marrón oscuro, era ondulado. Mis ojos eran verdes, pero mi expresión no era para nada la típica mirada felina que todos imaginamos, simplemente unos ojos redondos con un color peculiar, nada especial. Mis labios eran finos, y mi nariz era chata y redonda. Mi piel era muy pálida, tanto, que parecía que nunca me hubiese dado el sol, y eso hacía que las pecas que decoraban mi nariz resaltaran aún mas. Mi belleza era corriente, y no resaltaba para nada entre las demás.

Días después, al llegar a mi casa, pude visualizar, que en la casa que había quedado vacía tras la muerte de la Sra. Campos, se volvía a ver vida, con solo mirar como varios trabajadores metían cajas y muebles en la casa con bastante empeño y prisa. No le di importancia y entré a mi casa.

A la noche, justo cuando mis padres, hermana y yo cenábamos, llamaron a la puerta. Al abrir pude verlo. Lucas, el chico de mi recuerdo, ahora hecho un hombre. Pude comprobar que no se hallaba solo, a su lado se encontraba otro chico de la misma edad, un poco mas bajo y regordete. Tenia una cara simpática y no pude evitar que una sonrisa se hiciese presencia en mi rostro. Obtuve lo mismo como recompensa.

Esa noche me enteré, deque Lucas y Thomas serian mis nuevos vecinos, Y por muy raro que pareciera, unas mariposas se posaron en mi estomago. Había estado un rato hablando con ellos, y pude conocer una cuarta parte de la personalidad de los dos. Con solo esa cuarta parte, pude darme cuenta que Thomas, me hacia sentir diferente.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS