Catarsis en tres cañas

Catarsis en tres cañas

Marta Ferrera

07/11/2018

Veinticinco años tenía, y ya hace quince. Hace sol y el cuerpo me pide una clara con limón de esas pequeñas con espuma espesa que solo se tiran en Madrid. “El Palentino” está cerrado y la plaza desierta. Será que son las 12 de la mañana y es martes. En “Lamucca” empiezan a montar la terraza para las comidas y me da no sé qué ocupar una mesa para tomarme una caña.


Me pones una clarita con limón —le pido al camarero que reparte saleros mientras me siento en la mesa más a la sombra.

Tengo calor y frío. Tengo miedo y a la vez me siento tan bien. ¿Qué hago yo con este ahogo y estas ganas de reír?

He cumplido cuarenta años y 2 hijas. He estado mirando en mi interior y quiero darme la enhorabuena por mi vida. Hace quince años llegué a pensar que no lo contaba, que no llegaba a la treintena y aquí estoy con el pelo corto por decisión propia y comprando cremas para las arrugas que siempre juré que no usaría.

Me pones otra caña por favor.

¿Cómo he llegado hasta aquí? ¿Cómo he terminado así de bien aquello que comenzó tan mal con caras grises y una psiquiatra con folletos de pelucas de Raquel Welch? Me estoy riendo sola y el camarero me sonríe de medio lado mientras me trae la tercera caña.

A esta te invita la casa

Ahora soy yo la que le sonríe y le da las gracias.

Uy, ¿y eso? digo levantado el vaso.

Por tu risa y para que me cuentes lo que te hace reír así.

Ay, gracias le digo y mi natural timidez me hace sonrojarme como una colegialaLa verdad es que es largo de contar pero gracias de corazón por el detalle.

Uf… si supiera que me río acordándome de aquella médica en prácticas y su catálogo de pelucones, de aquella época en la que mi familia envejeció de repente, de aquel día en el que me dijeron que estaba limpia pero que tenía cáncer; De aquellos días en los que más que valiente fui una superviviente, en los que perdí todos y cada uno de mis pelos y todas mis ganas, en los que me alimenté de tortitas, ducados y whisky con cola, en los que viajaba para huir cuando el infierno lo llevaba dentro conmigo a cada paso. Meses en los que me conocí y me desconocí, en los que me descubrí como lo que soy y que me dejaron a mí y a los míos cicatrices, canas y miedos, sesiones de quimioterapia eternas, peleas provocadas por el dolor y lágrimas, tantas lágrimas que ahora exorcizo con esta risa y estas cañas.

Es febrero, hace sol y me he tomado el día libre porque es mi cumpleaños. Miro al cielo azul de Madrid enmarcado por las paredes de ladrillo de esta placita a la que siempre vuelvo y vuelvo a reírme.

Cuando puedas me traes la cuenta.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS