Allí esta Alicia como todas las mañanas, en la cocina creada para ella, canastos en el techo, un baúl en la entrada, mesón bajito, fogón de leña, olor a leche ahumada, sirviendo el café caliente con lagrimas en la taza, me he sentado en el suelo a mirarla, esperando aquel café para beberlo y saborearle el dolor del alma, la veo de un lado a otro reflejando tanta paz y calma, mezclando los ingredientes y desde ya pensando que va a preparar mañana, con su delantal sucio, que saben tener las profesionales amas de casa, con la vejez encima, las canas, los bigotes y las pailas, como no extrañarte Alicia si te recuerdo en cada taza, en cada sabor ahumado, en cada leche agria.
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