Miranda una mujer de carácter fuerte y decidida con una mirada penetrante pero triste, parece fría y compleja, deja petrificado a cualquiera que la ve, lo que no saben es que su alma es tan frágil como una flor y su corazón tan dulce como la miel, un hecho del pasado la marcó para siempre.El destino le arrebató el amor de su vida, y justo en ese momento su sonrisa se apagó, sus ojos dejaron de brillar y se abandonó al dolor, ya no sentía nada, era un cuerpo vivo con un alma muerta.
Ya ha pasado tiempo desde que ella recibió esa trágica noticia, y aún no ha podido volver a sonreír o tal vez, volver a sentir. Inmersa en sus pensamientos deambula por las calles de su ciudad, hasta que un olor interrumpe sus vagos pensamientos y la hace estremecer, el perfume que solía usar su amado llega hasta sus fosas nasales y la transporta a épocas donde fue verdaderamente feliz, en ese momento se ve allí con él entre sus brazos y respirando su aroma, sintiendo después de tanto tiempo paz, esa paz y tranquilidad que solo sentía cuando el la estrechaba en su pecho, se ve con él sonriendo en la cafetería a la que siempre iban, con un café caliente en sus manos, mientras se hundían en un tierno beso recordando el sabor de sus labios. De vuelta a la realidad mira a su alrededor para ver de donde proviene ese perfume pero se da cuenta que no hay nadie, se encuentra sola, pero el aroma sigue ahí. Sus lagrimas empiezan a rodar por sus mejillas y dice en un susurro ¡Estas aquí! ¡Siempre has estado conmigo! Y después de tanto tiempo lo entiende, ella no ha estado sola, el siempre ha estado ha su lado.
Con pasos decididos se dirige a ese lugar al que dejo de ir cuando él murió, cautelosamente entra a la cafetería y se sienta en la mesa de siempre, con un poco de nostalgia pide un café concentrado, a ella no le gustaba ese café pero era el que siempre pedía él. Probando el sabor amargo del café dice en voz baja ¿Por qué te gustaba tanto este café? En ese momento un señor de unos ochenta y tantos años se sienta en su misma mesa y le dice ¿por qué pediste éste si no te gusta? al mismo tiempo que le quita el café de las manos y se lo toma de un sorbo, ella solo se inmuta y lo observa, el señor pide un cappuccino y se lo da, ella sorprendida lo mira y le dice ¿cómo sabias? él le regala una sonrisa cálida se levanta y le dice ¡sólo sonrie y sé feliz mujer! Ella sorprendida lo mira y sonrie, pero esta vez de verdad, como antes lo hacia y justo ahí su alma vuelve a vivir, vuelve a sentir.
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