Humo de cigarrillo

Humo de cigarrillo

Constanza Aimola

10/08/2020

Este hombre era mi abuelo materno, tenía el pelo completamente blanco, era delgado y muy elegante, así fuera domingo, se vestía de traje completo incluido chaleco, corbata y sombrero.

Cuando mi mamá me llevaba a visitarlo, recuerdo que después de golpear con la mano un portón verde oscuro enorme y que nos abriera mi tía Sofía, aún cierro los ojos y huelo el guiso de tomate y cebolla sin sal y a medio cocinar, el bulto de naranja con alguna un poco dañada, los frijoles, el arroz fritándose y la sopa hirviendo en los grandes fogones.

Mientras cocinaba, mi tía Sofía me ofrecía una naranja partida con el cuchillo con el que estaba picando la cebolla, un sabor que sin ser agradable era muy especial, tanto que lo recuerdo cada vez que cocino con cebolla cabezona o hago jugo de naranja, cuando las parto viajo inexplicablemente a ese lugar. Se pintaba los labios con colorete rojo oscuro y tenía ojos negro azabache mirándome fija y tiernamente mientras yo comía.

Después de pasar por la cocina, entrar en la habitación de mi tía que olía un poco a húmedo y registrar sus cajones buscando golosinas ocultas, subía las amplias escaleras en forma de caracol y llegaba al segundo piso que conectaba con la azotea descubierta esquivando dos o tres claraboyas que le daban luz al piso de abajo, se encontraba la habitación de mi abuelo Antonio.

Tenía que atravesar el comedor para entrar, había muebles muy grandes de madera maciza, antiguos, en perfecto estado, un baúl café oscuro en donde guardaba lo que llamaba sus tesoros, variedad de dulces, galletas y chocolates, algunas antigüedades, el dinero de la pensión y los cigarrillos marca Piel Roja, sin filtro. En esto me quiero centrar, los cigarrillos de mi abuelo. Fumaba todo el tiempo, apagaba uno y prendía el otro. Era un olor intenso, de esos que te hacen aguantar la respiración y que una vez que ya no puedes dejar de hacerlo sientes que te ahoga y hasta te produce tos.

Un día se enfermó, enfisema pulmonar, me dijo mi mamá que tenía, por el cigarrillo que fumó toda su vida, así que lo hospitalizaron. Mi papá esperaba conmigo y aunque no lo podía visitar porque por mi edad no me permitían entrar a la clínica, lo vi un día por la ventana de la clínica, le comprábamos pollo en canasta, como llamaban en un restaurante al pollo apanado y frito, era muy rico, recuerdo su delicioso olor. En fin, un día lo vi por esa ventana y al otro, mi mamá vestía un lindo vestido negro tejido de lana, con su collar de perlas que usaba solo en algunas ocasiones.

Mi abuelo, mi tía Sofía y mi papá ya no viven en la tierra, pero vivirán con estos recuerdos en mi corazón y mi mente para siempre.

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