Perduraba aún en el ambiente un nauseabundo olor a metilmercaptano, cuando el comisario y su equipo accedieron al apartamento de Fresita. Sobre la mesa verduras cortadas en juliana, pimientos rojo sangre con cebollas moradas, junto a daditos de patatas nuevas de temporada compartían protagonismo con un par de entrecot gruesos aderezados y una bandeja en la que parecían reposar por la viveza de sus ojos y la tersura de su piel, unas doradas.
El escrupuloso orden de los condimentos, la suave luz y el sonido de una antigua melodía de fondo, le hizo de nuevo retroceder en el tiempo hasta su infancia. Embriagándose con ese sabroso olor a comida casera recién preparada de casa de mamá, que estimuló sus papilas gustativas disparando su gula de forma inoportuna.
Minutos antes de recibir el aviso que esperaba, sumergido en un baño caliente de sales marinas, su mente se abrió como los poros de su piel. Solo entonces fue consciente del poder sugestivo de su oscuro pasado, capaz de despertar fuertes sentimientos encontrados y desencadenar conductas irrefrenables e inesperadas.
En los años que Fresita llevaba compaginando su profesión con los estudios universitarios, había conseguido hacer de su mayor defecto una virtud. Después de todo aceptar lo que uno no puede cambiar y convertirlo en la clave principal de su fuente de ingresos, resultó ser todo un éxito. Contaba con una suculenta agenda, en la que en clave de humor negro, aparecían escritos de su puño y letra nombres como algodón de azúcar o chupete de caramelo. Ahora que había decidido dejar de ser una “mujer de vida alegre” y comenzar de cero quiso despedirse de su mejor cliente.
Citó a “chico dulce” para darle la noticia y agradecerle su generosa contribución durante estos años, con una buena cena regada con un estupendo vino de “Las Luceras”. Ahora yacía fría, sin vida, con un imperceptible olor a rosas sobre el suelo de la cocina.
El comisario tras inspección ocular escribió en su informe: Intoxicación accidental, por posible mal funcionamiento, mal uso o deterioro de vitrocerámica de gas, con resultado de muerte. Pendiente recibir informes de peritos y anatómico forense. No sin antes deslizar en el bolsillo interior de su uniforme, lo que parecía un pequeño libro de recetas.
El forense avaló su tesis, basándose en la anosmia que la chica padecía, como desencadenante principal del fatal desenlace.
Al día siguiente el comisario depositó unas rosas blancas bajo el epitafio escrito en letras grandes y doradas sobre mármol negro, en la tumba de su madre.
“Sempre xuntos. O teu doce neno non te esquece».#bocadillo
Después se dirigió en su vehículo particular al Náutico de San Vicente Do Mar, donde disfrutó de una Estrella Galicia bien fría, mientras escuchaba su música preferida.
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