Podía olerlo, ese olor a queso sobre la carne revestida por papas aplastadas que Mamá había cocinado. «Pastel de papas» es un plato único, es su especialidad. Tenía ese sabor suave y delicado que se disuelve sedosa y gratamente en la boca. Olía tan bien y ni hablar del gusto. Siempre lo preparaba en las fuentes grandes porque todos repetíamos dos veces. Gracias a la cuarentena producto de la pandemia mundial, Mamá estaba más tiempo en casa, por lo tanto, lo hacía más seguido.
Sin embargo, hubo un día en especial que lo comí haciendo fuerzas, tragando saliva por cada cucharada, pasó a tener un gusto asqueroso que me ponía triste. Su olor entraba en mi cabeza y retumbaba por todo mi cráneo, al igual que las malditas palabras que dijo mi Madre aquella vez.
Ese día cenábamos mientras mirábamos la televisión en volumen mínimo. Toda la familia en absoluto silencio hasta que escuchamos el noticiero comentando un día histórico que involucraba la historia independentista de Argentina. La primera en opinar fue Mamá, luego mis hermanos, a lo que uno de ellos me preguntó: «Vos qué opinas», lamentablemente di mi opinión que se contrarrestaba con lo que había dicho mi Madre y para mi mala suerte, ella había dicho algo que no era cierto. Mi familia me ve como un intelectual, aunque no lo soy, solo por ser el único del grupo que va a la Universidad. Luego de mi opinión, Mamá dijo:
«Perdón no sabía, yo no sé tanto como vos»
Vi como en ese momento bajó lentamente la vista, connotando tristeza. Me dolió, me dolió tanto que cada bocado sabía a un puñal por la espalda. Cuando masticaba, no solo se deshacía la comida en mi paladar, sino también me deshacía por dentro. Esa noche me costó dormir, balanceaba de un lado a otro y mis ojos se llenaron de lágrimas. Jamás quise herir sus sentimientos, nunca fue mi intención.
Cada vez que estoy por terminar de comer, ella me dice: «Quedó más en la olla», por lo que supe que me observaba mientras comía. Cuando lavo los platos, «Querés que termine de lavarlos», me pregunta. Ni hablar cuando estudio, baja el volumen de la televisión sin que yo se lo pidiera, para que me pueda concentrar mejor. Por ello, en los momentos que la veo, digo en mi mente: «si, si sabes Mamá». Sabes ser atenta con el otro, ver cosas que nadie más ve, sabes ser detallista y compañera. Ese conocimiento no lo da ningún título Universitario.
Hace poco tomó la iniciativa de terminar el colegio secundario, mi felicidad fue grande cuando me escogió como profesor particular. Le echo una mano con gusto.
A pesar de ello, cada vez que huelo ese ex plato delicioso, ingresa por mis narices el olor a enojo conmigo mismo por haberla ofendido y herir sus sentimientos. Desde ese día solo como un solo plato de pastel de papas.
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