En mi décimo quinto cumpleaños, conocí a un chico.
Esquisto como un manjar,
saboriable como una bola de helado en verano.
Deseable como una botella de agua después de un partido.
Dulce como un vino tinto.
Al verlo no paraba de saltar, como un pez en el agua al pescarlo.
No podía evitar comer uvas sin pensar en sus ojos verdes,
Sus mejillas eran tan rojas como una sopa de tomate tradicional de México.
Podría hacer un libro de cocina sobre el.
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