Manojo de hierbabuena

Manojo de hierbabuena

NORTITO

06/09/2020

Hoy he soñado con sus manos pequeñas, robustas y maceradas en baños infinitos de aceite. Sus dedos se deslizaban por mi cara acariciando mi rostro. Yo, mientras tanto, hurgaba sobre la ternura.

Los dos fijábamos nuestras miradas entre viejas paredes de cal, y a la vez, me invitaba a sentarme para verla bailar entre la vajilla. Cogió la cacerola y la cuchara de palo, suficiente para presenciar una clase práctica de alumnos en último curso de química.

Encendió la lumbre que durante años había calentado el hogar. Un poco de aceite, no del más caro, tampoco el más barato, lo derramaba con soltura sobre la cacerola. Cortaba cebolla con lágrimas en los ojos, era siempre cuando ofrecía la mayor de las sonrisas. De inmediato doraba la cebolla y la pochaba haciéndola sudar con unas micras de yodo.

Las manos se deslizaron suavemente hacia la alacena y como si de un huerto se tratara, recolectaban tomates maduros. Estos los troceaba para acompañar a la cebolla, dos kilos aproximadamente. A continuación, con tiempo largo de calor los condenaba a la erupción, todo un maravilloso volcán cuyo borboteo hacía estallar cualquier cabeza. De inmediato, empieza a destripar un kilo de pan del día anterior, el concentrado de magma necesita de su corteza terrestre. Empieza a oler a patio.

Un poco más de sal, empieza a reinar el humo. Dos armaduras de trapo para agarrar las empuñaduras de aquel perol y moverlo al compás de su cintura. Mis ojos la perseguían ensimismados y como si de una tormenta se tratara, jarras de agua para bajar la emulsión. Agua, mucha agua.

Sus manos pequeñas, robustas y maceradas en baños infinitos de aceite vuelven a deslizarse por mi cara, de fondo su voz me incita a la obligada visita al portón de al lado para pedir prestado un manojo de hierbabuena.

― ¿Hierbabuena?―pregunto.

―Si querido, hierbabuena. Es nuestra bandera, humilde y solidaria. Siempre se pide aunque se tenga, recibirla es constatar que seguimos siendo leales. Que seguimos siendo lo mismo.

Una lluvia de hojas se esparce sobre aquella obra de arte con aroma a menta.

Un sueño con rostro de mortero. Un lienzo que dibuja tendederos. Un estómago curtido en tiempos difíciles. Una sucesión de diapositivas grabando la memoria del futuro: manos, fuego, aceite, cebolla, tomates maduros, pan, agua e hierbabuena.

He soñado con la costumbre de la necesidad. Son las 6:00 de la mañana y me ha despertado el hambre. Hoy lo tengo claro, sopa de tomate para almorzar. Maravilla de mujer, Rafaela.

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