Llegó a Valencia desde muy lejos, agitado y en compañía de la tormenta Gloria, portando como equipaje aquel sueño recurrente que anhelaba cumplir durante su primera visita a la ciudad: degustar una paella valenciana en Valencia.
Mientras en China levantaban un hospital en diez días para enfrentar la pandemia, en Valencia tuvo que esperar a que mejorara el tiempo. Hasta que un sorpresivo y hermoso día soleado, nada común para la fecha, ubicó un sencillo y luminoso local, enclavado en las arenas de la playa de la Malvarrosa, con el espectacular mar Mediterráneo al frente.
No fue necesario estudiar mucho la carta. A lo que venía !… más alguna sugerencia del chef.
Del blanco plato de entrada brotaron dos pimientos como montículos, pintados de rojo bermellón. Uno sutil al paladar, relleno de hongos, y el otro de sabor intenso, relleno de bacalao. Ya estaba saboreando la ciudad.
Y llegó el gran momento esperado. Al tener delante el plato principal se quedó atónito. No pudo disimular su sorpresa al no detectar ningún camarón o calamar, ni pulpito o almeja alguna, como siempre están cargadas las paellas del lugar de donde viene.
-!Por Dios señor ¡, la típica paella a la valenciana que ordenó es esta… con pollo, conejo y verdura.
Aquello fue todo un descubrimiento. El amarillo ocre del suculento arroz fusionado a la dorada sazón de las carnes, y salpicado de verdor, le evocó la esencia de la tierra que visitaba. Los aromas perfumados, cálidos y profundos, le hicieron tocar el corazón de su gente. Sencillamente maravilloso. Y en compañía de aquella cerveza bien fría de la región, una apoteosis.
Estar sentado contemplativo, con la vista perdida en el Mediterráneo de Serrat. bajo un nítido cielo azul, acariciado por la suave mano de la brisa, y sumergido en los nuevos sabores que le regaló la metrópoli, es un recuerdo vívido y permanente dentro de su alma. Y aunque a los pocos días del retorno a su país se decretó el confinamiento y la cuarentena a nivel mundial, con decidida paciencia espera la tan deseada normalidad impulsado por la esperanza de volver, no solo a seguir adentrándose en nuevas aventuras gastronómicas, sino también a repetir este sueño frente al mar.
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