Déjà vu
Pedro Herrero encontró un sitio en el metro; sacó de su maletín una novela y la abrió por la primera página. Era un luminoso y frío día de abril, y los relojes marcaban las trece. —¡Qué buen comienzo!— pensó; leyó la frase nuevamente para paladearla más despacio, luego levantó la vista y la paseó discretamente...