«Esta tragedia se pudo haber evitado. Ay, Dios mío, ¡el naufragio se pudo haber evitado!

Si yo hubiese intuido lo que ocurriría, nunca los habría enviado a México, y muchísimo menos solos. Ahora mismo, estarían aquí conmigo. Me niego a aceptarlo, esto no puede ser verdad, no, ¡no! ¿Y ahora? Y ahora qué será de mi. Cómo podré seguir viviendo, a dónde iré, qué voy a hacer sin ellos.

Recibí una notificación donde se me informaba de que había tenido lugar una catástrofe y de que mis hijos —Oh, no puedo, me está matando—, de que mis hijos no habían sobrevivido y de que formaban parte de la lista de los miles de desaparecidos en el mar, de que habían hecho hasta lo imposible por salvarlos, pero no pudo ser. Me ofrecieron una disculpa y una compensación económica, pero, ¿de qué me sirve el dinero, para qué quiero yo esos billetes, si no los tengo a ellos, para qué?

Yo los creé, ¡les di la vida! Yo los escribí y los dibujé, les di forma. Les inculqué valores, amor y respeto hacia los demás. Ellos son mi vida, mis amores, mis niños.

Y ahora no tengo ni sus cuerpos. No tengo ni dónde poder ir a visitarlos, para rezar por ellos o contarles cómo transcurren mis días en soledad.

Esta es vuestra historia, aquí comenzó todo. Os pido perdón por haber sido yo la instigadora de aquel viaje, por embarcaros en aquella aventura que tan trágicamente ha acabado.

Os amo, hijos míos. Os amo con locura. Os querré siempre.»

El principio del fin. 

Letras: 

No soy apariencia, soy esencia. Trazo imaginario de un artista. Letra sobre lienzo en el que escribe. La conquista de un silencio inanimado. Sonrisa de un sonrojo halagador. El abrazo de una bella melodía. Placer que adivina el verso tras los labios. 


Tinta:

Soy gota de tinta sobre papel. Aroma inconfundible de lo auténtico. Un boceto dando vida al sentimiento. 


Lunares:

Soy dibujo ilustrado sobre tela. El impreso de una peca en estampado. La manchita dando luz a ese lunar… 


Muñeca:

Solo soy una obra en lienzo, una pintura en cuadro, una tela expuesta en galerías, como si de arte se tratara.

Te embelesas y ansías la desnudez de mi cuerpo, que mueve sensual su cabello bajo la atenta mirada de tu mente turbia.

Mientras tú confundes timidez con picardía, vergüenza con desvergüenza, miedo con valentía… Yo entorno débil los ojos, inclino mi torso y abrazo a mi inocencia en despedida infantil de la ingenuidad de los cuentos de hadas.

Durante largos y dolorosos años hacia mi declive, prostituiré mi cuerpo mientras aún me preste su juventud e iré muriendo en lenta agonía y con la pureza intacta. Siempre a la espera, al otro lado del cristal, en esta vitrina donde me expones y me juzgas, tú que me compras, tú que coges y luego deshechas sin temblarte el pulso ni la voz. Siempre a la espera de ser amada más allá del momento de pasión, del solo deseo y posesión. 


Firma del Artista:

Un hilo de carbón filtró su luz, de entre la madera. El polvo en suspensión trazó su magia, a las sombras de un pulido entrelazar y un murmullo de quehacer.

Mis amadas letras se envolvieron en un halo de misterio y quebradas por la emoción se hilaron en filamentos curvos que al caer se enredaron como si de una cascada de rizos se tratara.

Y así, en blanco y negro, irán siendo testigos de mi historia: Testimonio mudo —pero con intención— de mi paso por el mundo. 


Papel:

Pasmada, sorprendida, enrabietada. Enfadada, cabreada, exasperada. El guantazo en plena cara. Los guantes de boxeo. Golpea, apuñetea, colmilludo@ quejumbroso@ melindros@ Se revuelve panza arriba, la loba en el corral. O sea ¿Qué, cómo, perdona? ¡¿WHAT?! Me van disculpar, hay quien a esto lo llama dadaísmo, yo lo llamo “soltar lastre”.

—Miren Ustedes.—Continúa la diatriba de quejas de Papel a sus compañeros.— Me tienen ya hasta la celulosa con su murmullo quedo. Pero harta ¡hartísima! Para empezar, aquí la menda no es macho, es hembra, ¡y muy hembra! ¿O acaso no saben que un papel puede ser masculino y femenino? Pues vayan enterándose. Parecen tontos, hombre ya con la tontería. Que si unos en los mundos de yupi: que si guau, que si yuju, viva la pepa, soy divina, una diva, un artista… Que si la otra “amargá perdía” porque no la dejan disfrutar de la vida por estar aquí “pintá”. Y yo aquí soportándolos a todos. Sucia, emborronada, con mi hermoso vestido blanco manchado allí y allá. Con lo impoluta que a mi me gusta lucir y con lo bien que me encontraba en el paquete de cuartillas. Ahora mismo se me callan, y que cada cual aguante su cruz. Bastante desgracia nos ha caído con tener que convivir todos juntos para siempre. Eso y rezando que no vayamos a parar a manos de algún degenerado que le dé por arrugarnos y tirarnos al cubo de la basura.

—Pero, Pepa, ¿es que aún no te has enterado?— Interrumpió Tinta.— ¡Que nos vamos a ver mundo! Claro, como estás tan obsesionada con nosotros y con hacernos llegar tus lamentos, no te has dado ni cuenta de que nos tenemos que marchar ya y por eso la mami nos ha estampado un beso a todos y la tenemos aquí mirándonos con ojitos de pena.

—Pero, ¿a dónde nos vamos?

—Nos vamos al otro lado del planeta, ¡a México!, a ver a una amiga de la mami.

De manera abrupta y repentina, la conversación de Papel y Tinta se vio sorprendida por los gritos de terror de sus compañeros, a los que ellas se unieron en cuanto comprendieron lo que sucedía. Por primera y única vez, todos aunaron voces en una larguísima exclamación en forma de ¡Oohh!, mientras resbalaban, en caída libre, por la superficie pendiente, oscura y fría de un tobogán de acero, y aterrizaban, con un golpe seco, en el saco donde yacían otros tantos como ellos, todos impresos y convertidos en bellas postales dedicadas. Les esperaba un largo trayecto en barco, hasta alcanzar las costas de México.

«Y este es el triste relato de cómo me quedé sola. Porque vosotros siempre me habéis acompañado en cada proyecto, en cada encargo profesional. Mis letras, mis dibujos —mis muñecas, como yo os llamaba—, el papel que tan primorosamente preparaba, ¡hasta Firma, eras especial para mí! En ese barco viajabais miles de vosotros. Y ahora no me queda nada ¡nada! Pero sobre todo ya no os tengo, mis pequeños. Ya no escucho vuestras voces, ni las risas y confidencias. Nunca más podré besaros ni abrazaros. Y aunque sé que vendrán nuevos trabajos y crearé a nuevos niños, os llevaré siempre en el corazón, y una parte de mí quedará para siempre en aquellas aguas, con vosotros.»

La mami echó un último vistazo por la ranura del buzón, se despidió de sus postales y se marchó calle abajo, con una alegre melodía en el clic clac de sus zapatos.

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