Se encontraba caminando por la vereda de arena que iniciaba en la puerta trasera de su cabaña, a cada paso se iba acercando más a la playa de la bahía, el sol de las doce del día era insistente y fuerte, el sudor comenzaba a recorrer su frente.
– ¡Mira papá, puedo flotar!, le gritó un niño pequeño con un par de salvavidas en los brazos.
-¡Excelente Ricardo! – Le contestó.
Continua caminando ahora con un paso veloz con el fin de acercarse lo más pronto posible a su hijo, cuando de pronto, un par de tentáculos enormes rompen la tranquilidad del oleaje, Ricardo, no lo puede notar, seguía flotando con la cara hacia arriba y los dedos del pie fuera del agua.
– ¡Cuidado Ricardo! – Le grita con desesperación su padre que se encuentra corriendo a su encuentro.
– ¿Qué pasa, papá?
– Saaaaaal, cuidado, sal, sal del agua.
Ricardo se reincorpora y comienza a nadar a la orilla, cuando de pronto un tentáculo lo toma por la cintura y se lo lleva con él al fondo del agua.
Un grito desgarrador se escucha desde la playa, no puede ser posible, ¿Qué esta ocurriendo? Ricardoooooo- Grita de nuevo desde el fondo de su corazón.
De golpe se sienta en la silla con la respiración agitada y el llanto en sus ojos, una mujer de más de 60 años.
– Este recuerdo no es mío. Dice entre sollozos y mientras sonaba su nariz. No puedo creer que aún no encuentren mis memorias, millones de pesos invertidos en este proyecto para nada, me dijeron que sería confiable, aún no me eliminan el tumor y ustedes ya no están cumpliendo. Por quién me toman, es la octava vez que se equivocan.
– Lo sentimos mucho Señora Paz, como le comentamos tuvimos un problema con nuestros servidores cuando cayó el satélite el pasado jueves y aún estamos intentando recuperar las memorias más importantes de nuestros clientes.
– Desde el jueves, son más de cinco días, quiero que me devuelvan todo mi dinero, muchachita, tú ayúdame. Exigió la mujer sentada en la silla de aquel laboratorio.
– Creo que tendremos que borrar por completo la memoria y asignarle una personalidad estándar. Dijo la supervisora del proceso. Solicita autorización Fernanda, ya tiene más de 60 y sus días de vida son cortos, no vale la pena tanto tramite para alguien que ya esta por morir.
– Entendido. Le dice la joven de sonrisa empatica que la acompañaba. Siguiente paso se pone el dedo indice en el oido: -Solicito autorización para un triple seis nueve, paciente veinticinco mil doscientos cuarenta y tres.
– Un momento. Le contestan. Sonríe.
-Aprobado, se le asigna mujer estándar, clase media, maestra, folio cero, cero, nueve, tres, dos, trece, once. Le dice la voz al oído a Fernanda.
-Vamos a recostarla de nuevo, será el último intento antes de hacerle la devolución de su dinero Señora Paz.
-Un último intento, refunfuña la mujer que había pagado con todos sus ahorros.
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