De los cuentos he aprendido dos cosas: que no tienen un efecto sedante en los niños, y que los hijos tienen más memoria que sus padres. ¿Cuántas veces les he contado un cuento, y lejos de adormecerse me han pedido más y más…? ¿y cuántas veces me han pedido un cuento de los que me iba inventando sobre la marcha y me han tenido que ayudar a recordarlo? Es curioso, me gusta escribir, pero nunca he pasado a papel ni a formato digital ninguno de esos cuentos improvisados. Mi hijo pequeño, el cual ya tiene once años, todavía de vez en cuando me pide que le cuente uno. Es un lector empedernido, lo que le ha llevado a convertirse en un crítico sin piedad. Hace poco me inventé un cuento para él y me dijo que la historia estaba muy vista.
He creado este cuento siguiendo la saga de las distintas Caperucitas (gris, amarilla, lila…) que he ido contándoles a mis hijos. Al final de la historia pueden oírse las voces de Marc y Laia, a quien dedico el cuento (por cierto, Marc le ha dado el visto bueno, así que el premio de la crítica ya lo tengo) Quién sabe, quizás se lo cuenten a sus propios hijos y se convierta en una tradición familiar. Para los descendientes desmemoriados no hay excusa, lo tengo grabado. Espero que, al igual que mis hijos, disfrutéis de mi distópico cuento con moraleja.
Y colorín colorado, espero que este cuento sea escuchado.
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