El mensaje perverso
Qué pasa
No responde, le pido el celular y leí:
Sí no reenvías a 1000 personas esté mensaje, morirás.
Lo reenvío a los 277 contactos.
Le dije: Sólo te faltan 723.
Permanece callada. Al mirarme sorprendida le conté:
Cuando niña, en el colegio, me entregaron un sobre. La carta pedía entregarla a 100 personas. De no hacerlo me iba a pasar algo malo.
Empecé a escribir, cuando casi llego a las 20 cartas, mis dedos entumecidos, no me permitían continuar. Desesperada llamé a Mamá y me dice: ¡Cuantas cartas!.
Le grité: Me voy a morir.
Y ella, sonriente, me responde: Todos vamos a morir algún día; mientras, procuremos ser amables unos con otros.
Me pregunta:
¿A quiénes quieres lastimar?
Contesté:
A nadie.
Me responde:
Esas cartas se queman, o es ¿qué quieres que otros sufran como tú lo estás haciendo ahora?
Respondí: No.
Me contó:
Mi abuela decía: No hagas daño.
La abuela no creía, ni dejaba de creer pero me enseñó que dependemos de nuestras acciones.
Al finalizar el relato sobre mi madre, le regreso el celular y le pregunto:
¿Qué vas a hacer con los 277 mensajes enviados?
No responde.
Le di la espalda y comencé a escribir. Ella me envía otro mensaje:
¿Qué estás haciendo?
Le contesté:
Comunicándome contigo por el celular.
Ella me envía varios emoticones de risas.
Ahora que logré su atención, le escribo:
Y, si es una travesura, como se estará riendo de ustedes la persona que inventó el primer mensaje.
De inmediato le pregunta a la persona que le reenvío el mensaje:
¿Quién te envió el mensaje?
A eso le llamo sentido común
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