Recuerdo cuando nos mudamos al 3er piso del departamento en calle Arenales, yo habré tenido ocho o nueve años. Desde el ventanal de mi habitación podíamos ver el caserón de enfrente con rejas antiguas, paredes cubiertas de enredaderas y un patio plagado de rosas.
Cuando le pregunté al portero del edificio si aún vivía gente ahí, me respondió:
—Hace como diez años que está inhabitada, desde que murió Don Saúl. Intentaron venderla pero no tuvieron suerte…menos con el secreto que esconde.
Yo lo miré y él, al ver mi asombro, comenzó a contarme esta historia:
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