PRIVATINVASIÓN – VERSIÓN XXI

PRIVATINVASIÓN – VERSIÓN XXI

En épocas, en que nos fotografiamos desde casa, en nuestras habitaciones e incluso baños, no nos hemos percatado de aquello resignado para la intimidad. Hemos abierto el más perverso portal. Uno es preso de sus propias acciones, pero nada se ha dicho en cuanto a permanentemente convertirnos en presas de la imposición. Ninguno ha de reconocerse influenciable. Todos somos rebeldes, menos el mundo que nos rodea. Paradójica contradicción. 

¿Tendrá esto algo que ver con las esferas laborales? Ya sea en lo relativo de modernizar las relaciones, como también, de imponer límites con sus respectivos alcances. Sabemos quién marca la cancha, el tema es, reconocer cómo. Todos tenemos un conocido qué, sin ser parte de elite corporativa alguna, defienda deleites de Poder Empresarial. No están solos, sus abusos tampoco. “No es fácil estar en lugar del empresario…” aquel pariente dirá. 

¿A quién se le ocurriría, en su sano juicio, dar la llave de casa a un intruso, un desconocido para ser más exactos?, ¿Incluían nuestros futuros imaginarios visiones de este tipo? La configuración de la vida privada intercala, a la fecha, rarezas de una nueva era y un porvenir extrañamente esperanzador, en el que hemos pasado del test (psicotécnico, con dibujo) de la casa, a una intrusión directa en la casa misma.

Quizás la impotencia de los dueños del Poder y la Economía, por no haber llegado a un futuro con visores láser describiendo a la persona frente a uno (al mejor estilo Robocop y Terminator), haya sido el motor impulsor de la más abusiva intervención, en esto que implica adueñarse del mundo. O nos dominan los robots, o pasamos a serlo nosotros mismos. A este ritmo, faltará que decidan el día que no sirvamos más a los fines de estos siniestros y que por ende nuestra vida, ya nó más nuestra, pierda todo su sentido.

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