Los viejos zapatos

Viernes veinte de septiembre, Camila terminaba su semana de trabajo, cerró su tienda de ropa usada y se dispuso a caminar las cinco cuadras que la separaban de su hogar. Deambulaba todos los días por las veredas destruidas por el tiempo, pisaba cada baldosa floja que era música en sus oídos. Aquella tarde decidió cambiar su look, se dirigía a un centro comercial, su indumentaria era anticuada, tenía que cambiar todo hasta sus viejos zapatos, cuantos años habían pasado sin darse un gusto. Miraba el escaparate del lugar y nada llamaba su atención, el calzado que allí había no era de su gusto, observó sus zapatos gastados y pensó como dejarlos si eran sus amigos de siempre sin darse cuenta  que la gente la observaba al pasar, ella seguía hablando sola y mirando sus pies se sentían cómodos no era de dejarlos por otros que quizás dolerán por ser nuevos e incómodos hasta para caminar.

Volvió sobre sus pasos y se mezclo entre la gente, se sentía exhausta sin darse cuenta tropezó y cayó con todo el peso de su cuerpo, sus amigos rodaron por la vereda trato de incorporarse, pero todo fue en vano no lograba alcanzar a sus amigos que parecía que la miraban con tristeza.

Alguien le tendió una mano y ayudo a levantarse, se sentía muy mal no logró calzarse, su pierna comenzaba a doler tomo un calmante y trato de descansar recostándose en su cama logró conciliar el sueño las horas pasaron y cuando despertó su tobillo se veía inflamado, el dolor era intenso, unas compresas de hielo serian la solución, necesitaba estar bien de ella dependía poder seguir con sus amigos los zapatos gastados, pero llevaría al menos dos días reponerse. La invadió la tristeza estaba sola,  en un rincón estaban sus amigos los viejos zapatos.