Me contaron que en un vapor llamado «Campana» tres personas en 1946 salieron desde el puerto de Génova, Italia, con destino a la argentina. Ellas eran mis padre Llegaron y se hospedaron en el barrio de «Villa Urquiza» dónde vivían los padres de mi padre Claudio. Mi madre Dora y mi hermano de apenas un año, se adaptaron enseguida a convivir con la nueva familia. Enseguida mi padre encontró trabajo, porque el tema pasaba por progresar y fue un esforzado matrimonio que sólo llegaron con una valija y envueltas en una sábana el resto de cosas. el sacrificio hizo que compraran un terreno en » José León Suárez» y los fines de semana, mientras mi madre al mismo tiempo que cuidaba a su hijo, levantaba paredes junto a su compañero haciendo de padre y madre, albañiles, carpinteros, hasta dejar Villa Urquiza, para irse vivir a su nuevo hogar. No fue fácil venir de otro país y acostumbrarse. Luego llegaron un hijo y una hija más y fue así como siendo adolescentes mi padre y mi madre, como si hubiese sido un cuento, nos relataron, en la mesa de un almuerzo, que don Claudio estuvo presente comandando un grupo de tanques de guerra en la batalla del Alamein y mientras que mi madre Dora, siendo la única modista en el pueblo de Bonifati, Cosenza, Italia, vivía angustiada por saber de su amado. Una vez terminada la Segunda Guerra Mundial y después de un par de años, decidieron emigrar para la argentina, trayendo como herencia la honestidad, el trabajo, y el valor de la palabra. Y así hoy entre los tres hermanos, tenemos sumados siete hijos, que no llegaron a conocer a sus abuelos. Pero todo termina, la vida te va diciendo como alguien dijo que, “no hay nada más bello que la familia unida”…
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