Cuéntese, es una fantástica historia que tratamos de hacer real de generación en generación, en aquestas ciudades dispersas por el globo terráqueo, de pueblo en pueblo escondido, desde los poblados vagamente iluminados a la sola lumbre de un tizón, en veredas paupérrimas de villorrios montañosos, que la impresionante y fenomenal belleza de Andrómeda era de tal impresión, que por cabellera ostentaba un enjambre de estrellas, por vivaces ojos dos astros de esmeralda resplandeciente, la luna rosada era su boca, sus pestañas finísimas fibras esculpidas por los forjadores de meteoritos y cometas fugaces, y todo su cuerpo era de cienfuegos forjado por los más espléndidos dioses de la poesía, la música, las artes, los embelesos del amor
Cuéntese, así mismo en todos los libros de Historia, de la despampanante mujer que abrazaba las aguas de los ríos, los campos y sus árboles fértiles, las brisas y los inesperados vientos, que a veces la veían descalza y desnuda envuelta entre flores y suaves ramas, desplegando su belleza y lozanía adonde fuera.
Pero, una fragante mañana, cuéntese, en las escuelas rurales, de hogar en hogar, de familia en familia, en su desnudez se vio sorprendida por los ogros hombres de un pueblo montañés, y aquellos hombretones llenos de lujuria y ardiente deseo la persiguieron por los espléndidos campos floridos tratando de retenerla.
Cuéntese a los cuatro vientos que la perfecta beldad se confundió con los pájaros que trinaban previniendo la persecución que duró algunos instantes. Dícese que se convirtió en lluvia pasajera y así escapó de sus persecutores.
Pero de igual forma, nunca nos abandonó, siguió protegiendo las cosechas de los agricultores y apoyando los dolorosos partos de las mujeres de los poblanos.
Aunque ahora sólo la veíamos llegar, cálida y bella, envuelta en su aura de lluvia, sonriendo.
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