Pasaron la mañana viendo las fotografías de las últimas vacaciones. La hija quería llevarse una de recuerdo para su nuevo hogar, tan lejano. La madre argumentaba que en todas se veía muy gorda , la hija protestaba porque en todas estaba guapísima, el padre callaba.

Del último verano fueron retrocediendo a los anteriores , los antiguos álbumes quedaron desparramados sobre la mesa a medida que iban hacia atrás, cuando la hija ni siquiera existía , cuando el padre y la madre ni se conocían.

Salieron las fotos de juventud y la madre recordó aquel vestido que llevaba, aquel paisaje, aquella reunión  y todos aquellos sueños que todavía guardaba dentro sabiendo ahora que no se cumplirían nunca. No dijo nada porque estaba segura de  que alguna lágrima podría escaparse de los ojos y no quería estropear el momento de la hija que por fin se iba para cumplir sus sueños.

Llegaron a la estación con suficiente tiempo para acomodarse en el tren, pero no demasiado para no prolongar excesivamente la despedida; los tres, inconscientemente, así lo habían calculado.

Desde el andén la madre dijo adiós a la hija y también por dentro a sus sueños.

Pero ya no le dolió.

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