Desde el andén veía a cientos de personas caminar apresuradas. Contemplaba despedidas, reencuentros, abrazos, lágrimas…
Recordaba la primera vez que lo vio bajando de aquel tren, con su aire tranquilo y apacible. Llevaban tanto sin verse que se fundieron en uno solo, un beso que anticipaba a miles más, un abrazo que hacía que sus mundos temblaran.
Desde el andén recordaba su historia, sus recuerdos enturbiados por un triste final. Habían vivido tantas cosas juntos… Ella vivía por él y él vivía por ella. Pero aquel lugar había sido testigo de demasiados reencuentros, de sus besos apasionados al principio, sus abrazos eternos, sus maletas tiradas por el suelo y sus fríos saludos en los últimos meses.
Ella esperaba en aquel andén a un tren del que bajaría el que había dado sentido a su vida durante los últimos años.
Pero el andén, amigos míos, sabía que eso ya no ocurriría, que ella tendría que marcharse de allí con la cabeza gacha, ocultando una lágrima furtiva resbalando por su mejilla.
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