-Así que me has engañado.
-Sí.
-Durante…
-Qué más da. Mucho tiempo.
-Y a cada señal de alarma, a cada duda, a cada pregunta durante todo este tiempo, me has respondido con una mentira.
-Sí. Pero eso era necesario.
-¿Para qué?
-Para poder seguir engañándote.
-Y a ella también la has engañado.
-Sí. Pero no es tan lista, no lo ha descubierto.
-Es verdad, porque ni siquiera ahora me lo has contado, he tenido que averiguarlo… un pequeño desliz, una mentira sin elaborar… y el collage de tantos meses toma la forma precisa de la traición.
– Pensaba decirte algo… aquí… en el andén…
– Aquí… aquí sólo nos queda esta despedida, esta clarividencia de la mentira que malbarata todo lo que entre nosotros fue verdad. De pie, desde el andén, desde el vértigo del adiós… Pero dime, ¿No vas a decir “lo siento”? ¿No vas a pedirme perdón?
-¿Por qué?
-Porque consuela. Y reconforta.
-Pues… en realidad iba a pedirte otra cosa…
-¿El qué?
-¿Podrías no contarlo? No quisiera que… que dejaran de considerarme una buena persona.
-Pero es que no eres una buena persona.
-Sí. Pero eso sólo lo sabemos tú y yo. Y tú ya no cuentas.
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