El viejo reloj de la estación anunciaba la hora pico con ese inconfundible sonido que había escuchado desde hacía quien sabe cuánto tiempo. A su memoria llegaron los recuerdos de ese único día en que no pudo llegar para escucharlo, ese, que se supone sería el más feliz de su vida.
Lentamente encaminó sus pasos hacia el andén número 3, hoy también le esperaría, se conformaba con solo ver su rostro por algunos cuantos minutos, eso valía toda la espera. Pero no llegó, sus ojos se ensombrecieron ante su ausencia, la necesitaba tanto… mañana volvería a esperar.
Los días pasaron sin mostrar misericordia, la desesperación empezaba a hacer presa de él. Hoy más que nunca se sentía perdido, temía no verle nunca más. Pegó su frente contra una columna al fondo del andén, una lágrima estaba a punto de rodar por su mejilla cuando sintió una mano sobre su hombro, con el solo contacto supo de quien se trataba, se giró lentamente… no hubo necesidad de palabras, sus cuerpos se fundieron en un profundo y ansiado beso, sus manos se entrelazaron mientras las almas de ambos se desvanecían ante la ignorancia de los pasajeros que abordaban el siguiente tren.
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