La edad me pesa, mis viejos huesos se quejan del dolor y las arrugas se han vuelto la decoración de mi rostro. A pesar del tiempo aun soy dueño de mi voz y de mis recuerdos, cierto, tal vez olvide un par de cosas, pero nadie es perfecto.

 Con el pasar de los años los recuerdos se vuelven tu única compañía,  que me han enseñado que tu única posesión es tu voz y  la historia de la que somos parte, nuestro verdadero legado. 

Aun recuerdo como comenzó mi historia, desde el andén de un tren con rumbo a lo incierto. Era jovén e ingenuo cuando decidí lanzarme al mundo para descubrir mi lugar, lugar que nunca encontré en algún país o en algún trabajo, sino en el hermoso rostro de una mujer. Una chica que nada tenía que ver con mi viaje y que solo me ofreció fuego para mi cigarrillo, en ese momento supe cual era mi lugar.

Pero eso no fue más que el comienzo, de una gran historia que creció con los años, pero que ya está llegando a su fin, tal vez ya sea solo palabras olvidadas, escritas en la libreta de algún muchacho soñador.

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