Pero yo buscaba el amor en las vías del tren. Divertido, angustiado, 

de vagón en vagón, recortando titulares, bromeando con los críos, trasnochando sin remedio. 

Hasta que el bullicio de la estación me despertase un mediodía e intuí, 

a través de la ventana, la codiciada virilidad. 

Abandoné el compartimento, mi equipaje, me arrojé de bruces al 

exótico destino.

Y si corrí, más 

corrieron 

los otros. Vendedores ambulantes, loros enjaulados, relojes con prisa. Se dio quien perdió y no encontró. Hubo quien empujó y caí. Tanto, que quedé solo, el tren partió y me hice muy, muy pequeño.

¿Se encuentra bien?

Vencido, desde el andén, alcé la vista:

No eras él, pero luego, no importó. 

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