Se paró con los pies separados, llevó la culata al hombro, apoyó la mejilla en la carrillera y se concentró. Sabía que las miras no estaban alineadas así que decidió apuntar por instinto, con los dos ojos bien abiertos, siguiendo los movimientos del blanco con la línea del cañón, adelantándolo un poco, anticipándose a su desplazamiento. Intentó normalizar sus pulsaciones y controlar la respiración, tenía una sola oportunidad de acertar y el tiro era difícil. Presionó suavemente la cola del disparador, como le habían enseñado, como tantas veces había hecho. Disparó. Cuando el objetivo fue derribado todos se sorprendieron. Mucho más el feriante, que con cara de pocos amigos, no tuvo más remedio que entregarle el mejor peluche de su stand.

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