Sacramento 1886.
John Green era un hombre alto y corpulento.
Desde el andén podía ya divisar a lo lejos el tren que le traía a su esposa , con la que se había casado por poderes hacía escasas tres semanas.
Los nervios comenzaban a mellar la dura piel de este hombre ya maduro que nunca había lidiado en las plazas internas de sus sentimientos.
Él que había sido siempre un “tipo duro”…; era sólo un niño cuando se puso rumbo a la conquista del “Oeste”. La fortuna le sonrió y se forjó a sí mismo en base a la rectitud, la fe y el trabajo duro. Esas virtudes le habían hecho ganar dinero, era un hombre rico; pero pobre…muy pobre en amigos…y en amor.
Él, un “tipo duro”, había sucumbido a los encantos de la fotografía de Anne, sobrina de su secretario, quien, tras un premeditado descuido, la había dejado caer sobre su escritorio.
Accedió a todas sus peticiones matrimoniales y caprichos….y ahora, ¡por fin! él la tendría a ella.
El tren se detuvo, pero de él nadie se apeó…¿Había perdido ella el tren?
En realidad,y sin ninguna duda, lo había perdido él.
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