Los pasos perdidos se cruzan con los pasos nerviosos. El reloj de arena escondido en los pensamientos marca la hora de llegada, a partir de ese momento se detiene y se niega a continuar hacia delante.
Los rostros ensombrecidos levantan las persianas de sus párpados cerrados contemplando entre el infinito urbano el halo de esperanza en forma de tren.
El silencio que flota en la pareja de al lado contrasta con la pasión torturada que se dispensan dos jóvenes justo en el andén de enfrente.
El telón apenas se ha levantado y la acción comienza, a despuntar.
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