Larga espera en el ánden

Larga espera en el ánden

Néstor Quadri

22/08/2013

Cuando trato de rememorar el origen y las causas del problema, me tengo que remontar a aquella vieja estación suburbana. Mientras esperaba el tren, observaba desde el andén la estela de rieles de hierro, paralelos e inacabables, apoyados sobre balastos y durmientes. Me rodeaban impacientes viajeros de diversos lugares, que esperaban  taciturnos, en esa diaria y monótona rutina laborable.

Se escuchaban los pregones de vendedores ambulantes, en tanto un perro de escuálida estampa, recorría la estación en busca de su porción diaria. Ese humilde andén añoraba muchas escobas y se destacaban al final a la derecha, las puertas sucias de los procaces baños, donde muchos inadaptados se sentían  poetas.

Un cartel luminoso indicó que el tren venía atrasado y mientras esperaba parado, poco a poco, iban llegando más y más pasajeros. Sentarme era imposible, porque los escasos bancos disponibles estaban ocupados.

Por fin, después de una larga espera, apareció el tren a lo lejos, que entró en la vieja estación ante una multitud de pasajeros esperando. Cuando se detuvo, fui comprimido en la puerta del vagón hacia el interior, empujado por aquellos que desesperadamente trataban de ingresar. Fue recién al llegar a destino, cuando comprobé la desaparición de mi billetera.

 

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