Las flores renacen siempre en el mismo lugar, en la primavera muestran su hermosura, la gente que pasa por ese lugar se detiene para observarlas.

Nadie las corta, sus colores atraen, se abren a la salida del sol y dejan el aroma esparcido por todo su entorno. Están a un costado de las vías y también marcan el camino que utilizamos para cruzar al otro lado del pueblo. El pasar del tren sacude las tiernas flores, ellas son fuertes y arrogantes,no son lastimadas por eso Dios les asignó tal lugar, resisten todo tipo de rigor.                                          Como todas las mañanas debo llegar hasta la estación, las observo desde el andén, frescas, con el brillo que le dejó el rocío de la madrugada. Si tendría que describir sus colores diría que lucen desde el blanco al rosado y lila matizado con amarillo suave.                                                                                                    Por las tardecitas cierran sus pétalos hasta el otro día, parece que supieran que ellas son un paisaje para mí y me lo regalan cada mañana al pasar por ahí.

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