la trashumancia descabezada

la trashumancia descabezada

El recorrido desde el andén guisado al punto, “sprint” a las siete menos diez, subida a menos cinco, andadura desvariada de un vagón u otro en busca del asiento adecuado para dormitar.

A las siete  nos sentamos con la cabeza apoyada en la ventana fresca.

Dormimos profundamente quince minutos del tirón. El sueño dulcemente  siniestro nos permite roncar y babear inconscientes  e incluso aparecer con la cabeza acercándote sin ningún propósito hacia alguien.  Han transcurrido treinta inertes, desperdiciados y diarios minutos. El tiempo justo para para secarte la baba, coger el rímel y darte  colorete. La gran estación, bifurcaciones, números, andenes,  ruido de todas las personas que suben y bajan por las escaleras mecánicas como ovejas  por cañadas, sin libertad, dispuestas a garantizar el sustento del día, del mes, del año. Nuestra trashumancia contemporánea, cabezas descabezadas hacia las diferentes vías, del andén tres al cinco, del cinco al dos  y  preparados para recorrer la geografía madrileña sin más pasto que las máquinas  que avituallan  pienso o colas.

Mi descabeza  felizmente asume con pundonor el último “sprint”  para subir al autobús que  espera impaciente, repleto y  acobardado en la Estación de cercanías de mi destino diario.

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