El chico de la ventanilla fue testigo de la separación de los enamorados.

En el andén una joven envolvía a su amante con un abrigo rojo y le susurraba el último «te quiero» mientras las primeras lágrimas enredaban sus manos. Desde el vagón, el pasajero desvió su mirada con respeto y tristeza.

Ella subió al tren arrastrando una maleta llena de pena y se dejo caer en un asiento sin fondo. Así estuvo durante todo el viaje, mirando por la ventana sin sonreír. Su joven espectador la observaba y sentía frío.

Cuando se anunció el final del trayecto, la enamorada recogió su melena y estiró sus botas negras con elegancia y serenidad. Por fin el chico vio una sonrisa en ella y se alegró de su entereza. 

La joven empujó la maleta con energía hasta la salida. Al abrirse las puertas, desplegó su abrigo rojo y envolvió a otro joven que, desde el andén la recibió con impaciencia.

El chico de la ventanilla descendió del tren avergonzado, pero al pasar junto a ella… abrió lentamente su mano para rozarla. 

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