Acuclillado, con el corazón en la mano y sin aliento, miraba fijamente hacia el obscuro túnel. Había pasado el último vagón del metro, era hora de que apareciera el Pequeño Chaneque.
¿Por qué llegamos a esto? Claro, por la avaricia del “orejas”, la marrullería del “modosito”, el servilismo del “baboso”, la desfachatez del “borracho” y la estupidez del “copetón”: cinco sexenios tirados a la basura.
Hoy mi pueblo busca estrategias que no deseábamos. ¿Por qué nos mataron las esperanzas en la democracia?, ¿por qué los avaros ambiciosos no se midieron?, ¿por qué no respetaron aunque fuera un poquito al pueblo y sus derechos? Todo lo corrompieron, compraron la dignidad aprovechando la necesidad y la ignorancia del pueblo. Compraron votos, pactaron con la delincuencia, se aliaron con los poderosos comprometiendo nuestras industrias a la privatización, fortalecieron la impunidad, recurrieron a los métodos más viles para conservar el poder.
En la espera desde el andén, desfilaban estos pensamientos por mi cabeza.
Ya no debe tardar el Pequeño Chaneque con las instrucciones para los grupos de ataque. En unas cuantas semanas estaremos todos listos, y el primero de enero, a la señal de Zotz El Gran Murciélago, recuperaremos la Patria.
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