Tren a Ngaoundéré

Habíamos viajado en furgoneta para llegar al Parque Nacional de la Mefou (es reserva de gorilas, chimpancés y babuinos) por un camino bordeado de espadañas y helechos, en un bosque de boababs, acacias y palmeras. Aún nos quedaba viajar desde Yaundé hasta Ngaoundéré, ciudad de paso hacia el norte de Camerún. Elegimos el mejor medio de transporte en un país en el que las carreteras pueden estar cortadas en época de lluvias: El tren.

Desde horas antes de su salida, los aledaños de la estación están plagados de vendedores, porteadores, gendarmes, mendigos. Desde el andén advertimos bullicio, gritos y carreras de difícil interpretación. El personal de seguridad impide el paso a los que no llevan billete y que se quieren colar. Dos horas antes de la partida ya estamos instalados en nuestro vagón-litera.

Cuando, al fin, queda el andén despejado, el tren arranca suave y solemne. Tras una valla metálica hay unos niños, fascinados, mirando la partida del convoy y sus veinte vagones rojos.

Asomados a la ventanilla vemos asentamientos rústicos y chabolismo; gentes saludando a nuestro paso; niños alegres y adultos deambulando por caminos que se dirigen a la selva.

Todos en actitud como de espera…

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